miércoles, 18 de abril de 2007

I went to "Le Junquito" when I was klein

Esta oración fue dicha por Juan Antonio anoche a eso de las 12.00, medio dormido, medio despierto, mientras hablábamos en inglés con unos panas.

Por lo visto, la hora provocó una seria confusión de idiomas en la que al querer referirse al Junquito, lo hizo en el mejor francés que le vino a la cabeza. Por suerte no dijo "Junquitó" sino "Junquito". El "klein" del final pues fue el toque alemán que le faltaba al melange de n'importe quoi que he was saying.

J'espère that you've gustado diese geschichte.

domingo, 8 de abril de 2007

Primer mesario en Verona

Como dijo Juan Antonio todo el viaje... "estamos en la ciudad de Romeo y Julieta".

Resulta que Juan Antonio se fue a una conferencia en Verona por una semana y el viernes se cumpliría nuestro primer mes de casados... así que el domingo antes de irse me dejó un sobre que decía "Ábreme el viernes 23.02.07" y yo como buena yogui wanabe me esperé toda la semana sola en la casa sin abrir el sobre. Y pensando que adentro encontraría un cupón de todo el día para un spa, porque entre las indicaciones que Juan me dió estaba claramente "pide el viernes en el trabajo, porque el regalo te va a tomar todo el día".

Llega el viernes y las 7.00 am y me despierto. Llamo a Juan a su hotel y hablando con él abro el sobre... para mi gran sorpresa... un pasaje por avión a Verona, para ese día a las 3.15 pm.

Terminamos de hablar y comienza mi odisea... dejar la casa impecable antes de salir de viaje, hacer la maleta, banarme, vestirme y salir antes de las 9.30... lo logré y comenzó el día en el que he tomado la mayor cantidad y variedad de medios de transporte... me faltó un barco.

Tomo un tranvía hasta la estación, tomo un tren a Frankfurt, tomo un autobús hasta el aeropuerto... el aeropueto... resulta que desde hace unos meses hay una nueva ley con la que te prohiben llevar más de 100 ml de líquido en el equipaje de mano... y como yo iba por dos días... lo único que llevaba era equipaje de mano... me hicieron botar mi crema exfoliante y un refresco que me había comprado para pasar el sandwich de pechuga de pavo. Pero lo peor de todo es que en otro compartimiento del bolso llevaba un pote de crema de 250 ml y no lo vieron... qué seguridad es esa... no sé. Me hicieron quitar abrigo, suerter, bufanda... hasta las botas!!! y quedarme en medias... pero no vieron un pote de crema que era ilegal llevar en mano... Bueeeeee... qué se puede decir...

Tomo mi avión junto con un campamento de italianos. Por mala suerte mía quedo atrapada en pleno grupo, rodeada de jóvenes que no hacían más que quejarse de la cola para tomar el avión y nombrar a todos los amigos que iban a ver cuando llegaran a Verona y lo que harían el sábado por la noche. Una de las muchachas (las más grosera de todas), me tocó al lado y cada vez que quería isultar a algunos de sus compatriotas... me gritaba, no, no me gritaba, me chillaba en el oído todas las groserías italianas que he escuchado alguna vez.

Al fin llego a Verona!!!! está el Juan esperándome en el aeropuerto con su amigo Andreas, nos fuimos al hotel y luego salimos a conocer la ciudad. Tomamos un autobús, que por cierto también tienen asientos vandalizados como en Caracas.

Nos pasamos la estación... llegamos a la estación central de autobuses y tuvimos tanta suerte que el chofer era ultra pana y nos montó de nuevo en el autobús y nos llevó a nosotros solos al centro de la ciudad, le dijimos Grazie, Grazie, como 10 veces cada uno y nos bajamos con unas sonrisotas a pasear por, como diría Juan toda la noche, la ciudad de Romeo y Julieta.

Nos dejó en la plaza Bra y por ahí estuvimos un rato caminando. En la misma plaza está La Arena di Verona, que es un mini coliseo, donde actualmente queda la opera.


Caminamos por las calles de Verona que, iguales a las de otras ciudades de Italia, tienen edificios que se están cayendo, donde las ventanas están oxidadas o la madera está completamente agrietada, pero abajo tienen las mejores tiendas de ropa, accesorios, carros y motos, con una iluminación y un decorado fenomenal, con los materiales de construcción y sistemas de seguridad más nuevos porque lo que resguardan vale su peso en oro. El contraste es increíble, es hermoso. En la foto no se ve bien, pero en general las calles son así...

Las calles están llenas de heladerías, unas muy serias como esta...


otras más estrafalarias como esta... donde, por cierto, detrás del mostrador estaban 3 latinos (lo supimos por el acento de su espanol...)


Pasamos por el edificio con el que le han sacado el dinero a la gente... el edificio donde está el balcón de Julieta. Las paredes están grafiteadas con "aquí estuvo Gerardo", "I love you Katie", "Ivette & Julien"... además de papeles escritos a mano y pegados a la pared con chicle.


La noche estuvo muy rica, paseamos y la disfrutamos hasta que se nos acabó el centro de la ciudad. Al otro día nos paramos temprano y después de un desayuno sustancioso, comenzamos nuestro viaje de vuelta a Karlsruhe, pero pasando primero por la hermosa ciudad? villa? pueblo? de Sirmione. Aquí les dejamos las fotos satelitales de Sirmione así como una serie de mapas, cortesía de Google Earth.




Como ven... Sirmione queda en la punta de un pequeno estrecho del Lago Di Garda, la ciudad tiene un ancho máximo de aproximadamente 620 metros y un largo de varios Kilómetros. La entrada a la ciudad es por la puerta de un castillo.



Vendían cosas muy ricas como pimientos...

... y coco!!!!!!!!!!!!



Al entrar fuimos hacia la izquierda y llegamos a la zona del paveo... puros restaurants con las mesas afueras y los edificios eran puros hoteles... era como una calle ciega que terminaba en un mini puerto del lago.


Luego caminamos por las callecitas y bueno... la pinta de las pizzas era fenomenal...


y la de los helados artesanales...


que, obviamente, no dejamos de comernos uno... de coco!



hace falta decir que estaba ultra-bueno?. Luego fuimos al otro lado de la ciudad y entramos en el castillo para bordear la orilla del lago.





... el paseo seguía y la tiendas eran bellas y tenían de todo, las calles y algunos edificios eran de piedra, Juan pensó en ahorrar dinero para comprarnos un apartamento en este edificio...





Luego subimos una colina y llegamos a esta iglesia, que fue construida durante algunos anos del siglo 800



Se nos acabó la ciudad y emprendimos el camino de regreso a casa. Tomamos una autopista con la que atravesamos Suiza y llegamos a Kalrsruhe. El paisaje era bellísimo, ni Juan ni yo hemos ido a ninguna ciudad de Suiza, pero hemos pasado el tren o en carro y la verdad es que tanto en otono como en primavera, vale la pena fotografiar las montanas suizas.







Aquí la gente maneja de una forma muy particular. Digamos que hay sólo dos canales por la autopista. El canal derecho para los lentos y el izquierdo para los desesperados que se te pegan atrás a 160 Km/h y hasta que no te cambies al canal izquierdo no desaceleran. A menos que, como nos pasó varias veces, el carro que va adelante no pueda ir más rápido y el de atrás tenga que pegar unos frenazos que nos hicieron creer que no íbamos a llegar a casa. Iba manejando un companero de trabajo de Juan, que por lo visto una semana fuera de casa lo iba a matar y necesitaba llegar con urgencia y en el tiempo más corto posible a Karlsruhe. En algún tunel de Suiza se volvió loco y pisó ese acelerador como si el pié le pesara toneladas... de repente vemos una luz azul que se prende y se apaga... y me explican que violó el límite de velocidad dentro del tunel y le tomaron una foto para mandarle la multa. Así que bueno, no sé en qué quedó lo de la multa, porque el carro era del instituto de Juan. Y yo creo como el carro no era de él, le sacó todo lo que pudo.

A pesar del stress que estaba matando a Juan y de mis frecuentes sustos cuando el teníamos la maleta del de adelante a menos de un metro e íbamos a 170 Km/h. Ah porque en lo que pisamos suelo alemán yo sentí que nos habíamos montado en una montana rusa... ese pié le iba a atravesar el chasis del carro, íbamos a 180 Km/h y ahí sí me asusté porque además habían más carros en la autopista. Pero bueno, a pesar de todo eso, llegamos a casa sanos y salvos. Cuando nos bajamos del carro Juan y yo nos abrazamos y entramos corriendo a la casa.

Las celebraciones continúan

Como no nos bastó con celebrar nuestro matrimonio en diciembre, lo celebramos dos veces más. En Alemania se acostumbra que cuando uno cumple anos, tiene un hijo, compra una casa, se casa, se gradúa, llega a un nuevo trabajo, se va del trabajo... se celebra. Esto sugeriría que la alemana es una cultura bonchona y bochinchera. Sin embargo, limitémonos a decir que el sentido de fiesta no es el mismo y no por nada tampoco se escribe igual. La gente trae bebidas, tortas o prepara alguna comida. Todos los colegas o conocidos se apersonan y entablan una que otra conversa con el vecino casual, se comen cumplidamente lo que sea que se haya ofrecido y luego agradecen uno por uno el haber celebrado esa alegría con ellos para posteriormente seguir su jornada laboral. Entonces, para compartir la alegría de habernos casado, preparamos sendas meriendas para cada uno de nuestros sitios de trabajo.

Versión Karlsruhe
La primera celebración se hizo un viernes en el instituto de Juan. Yo estaba un poco presionado con lo que llevaríamos porque la última celebración fue la de un colega que tuvo un hijo y llevaron 6 tortas, así que debíamos hacer algo parecido. Yo estaba un poco sorprendida de que llevaran 6 tortas, pero claro, la esposa del muchacho y madre del recién nacido, no trabaja en estos momentos y está todo el día en casa. Ante tal precedente, debíamos preparar varias tortas o pasteles, no importaba, había que llevar mucha comida. Así que dos días antes comenzamos a cocinar. El primer día preparamos unos alfajores y el bizcocho para una torta tres leches.




Como podrán ver, el bizcocho era la primera vez que lo hacíamos y pues bueno, digamos que necesito una cierta cirugía plástica antes de poderlo presentar al público.

El segundo día hicimos una marqueza de chocolate, una torta de zanahoria, pastelitos de queso y rellenamos los alfajores. Ahh también hicimos un pollo horneado con queso para comer nosotros durante la semana. Nos fuimos a dormir un poco tarde pero siempre es divino cocinar juntos.






El viernes en la manana Juan se llevó la torta tres leches y los jugos. Quedamos en encontrarnos en casa para el almuerzo. Luego nos llevamos el resto de las cosas y pasamos por el supermercado a comprar el Sekt (Champagne alemana). En el instituto de Juan son más exquisitos y hay que llevarles Sekt para las celebraciones. Por suerte en el mío no porque si alguien toma alcohol y luego entra a los laboratorios a trabajar, el seguro de accidentes es anulado y si nos pasa algo el seguro no responde. Así que en mi instituto nadie toma alcohol durante el día y si lo hacen es porque saben que luego no tienen que entrar al laboratorio.

Todo comenzó muy bien. La gente iba llegando poco a poco y cada uno venía y se presentaba. Por suerte mi alemán alcanza como para presetarme, sonreir cuando es debido, responder sí o no, según sea el caso y voltear a ver a Juan para que me traduzca cuando la oración ya tiene muchas palabras incomprensibles para mí.

Dí unas palabras de bienvenida. Expliqué de qué era cada torta, los alfajores y los pastelitos de queso. Cuando terminé de hablar me volteé para que Kimberly hablara pero no quiso. Ahí había mucha gente, casi todos desconocidos más el profesor de Juan y él todavía esperaba que yo hablara? Qué cree, que no es suficiente con que no pueda hablarles en alemán y tenga que hablarles en inglés? Además que yo me conozco y lo que me iban a salir eran tonterías. Si no llevaba algo preparado lo único que iba a poder decir era un discurso de miss chimba “Hoy queremos compratir nuestra alegría con ustedes. Gracias a todos por estar aquí con nosotros”. Para decir eso prefería sonreir y ya.


La gente no paraba de comer y tomar lo que llevamos. Si quedaron 3 alfajores fue mucho. La tres leches no tuvo mucho éxito porque no les gusta el dulce empalagoso, sin embargo quedó menos de la mitad al igual que la torta de zanahoria que no quedó sino un poquitico. Si nos dejaron pastelitos fue porque Juan no los sirvió todos y se guardó un poco para nosotros. De la marqueza lo que quedó no daba ni para una cucharada y creo que fue porque a nadie le gusta agarrar el último pedazo. A la gente siempre le da pena ser el que se acaba la torta.

A mitad de comilona, vinieron los regalos. A todas estas yo creía que era un regalo, porque era una caja gradísima forrada de corazones y con una lazote. El propio regalo! Vemos la tarjeta y era super cómica. Comenzamos a abrirlo y veo que hay tres regalos pequenos adentro. Mi emoción crecía. Abrimos el primero, una jarra de cristal. Ahh qué bonito gracias, muchas gracias. Abrimos el segundo. Waooo una batidora. El profesor de Juan se rió cuando vió mi cara de felicidad. Quién hubiera dicho que yo algún día me iba a alegrar de que me regalaran una batidora? Bueno, las cosas cambian. El tercer regalo, una tortera! Qué fino! No teníamos. Nos las ingeniamos para llevarnos las tortas ese día y ahora teníamos tortera. Cerramos los regalos y entre hablar con el profesor, la secretaria y alguno que otro companero que venía a preguntar alguna receta o a decir que el tres leches era muy empalagoso (y Juan diciéndome a cada rato “te dije que a los alemanes no les iba a gustar el tres leches”).




Al cabo de una hora ya toda la gente se había ido y la secretaria nos ayudó a recoger. Después de un rato me fui a casa. Después de una reunión con mi profesor y varios intentos fallidos por trabajar en lo que quedaba de tarde, me fui a casa. Definitivamente, no hay adaptación posible que me haga compartir este sentido de celebrar. Así que resignado me fui a casa a celebrar con mi esposa. :-)

Versión Freiburg
El domingo siguiente lo pasamos haciendo más tortas para el instituto de Kimberly en Freiburg. Esta vez preparamos menos, sólo hicimos los alfajores, los pastelitos de queso y la marqueza de chocolate, que resulta que existe una versión alemana que se llama “Kalterhund”... algo así como que “Perro frío”. La preparación fue mucho más fácil porque ahora teníamos batidora.

Juan llegó como a las 3.15 de la tarde a mi instituto. Yo estaba tan emocionada de tenerlo ahí, de que conociera a mis companeros, de que la gente lo conociera a él. Fuimos al coffee-room y comenzamos a arreglarlo todo. El que iba entrando iba hacia él y lo conocía. El que entraba y no iba a conocerlo yo iba y se lo presentaba, quería que todo el mundo lo conociera. Cuando todo el mundo estaba ahí, les dí las gracias por haber ido y les expliqué qué habíamos llevado de comer. Yo creo que ellos se sorprendieron de que yo estuviera tan contenta, porque siempre soy un poco seria y sólo me río con los que tengo más contacto o cuando conozco alguien, pero de resto soy muy seria, incluso en los almuerzos. Ese día yo estaba feliz, tuve una sonrisa toda la tarde.

Esta vez los alfajores no fueron un éxito, Juan dice que fue porque la maizena era de otra marca y no era maizena venezolana, pero en vista de que el dice eso de todo lo que no está hecho en Venezuela, pues no le creo todavía. La marqueza se acabó y los pastelitos de queso también. Estuvimos hablando un buen rato con la gente y también al cabo de una hora se habían ido casi todos. Quedaron 3 y con ellos hablamos otra media hora más. A Juan le cayó muy bien una de mis companeras, dijo que la otra estaba loca de atar y del muchacho no dijo nada. A las 5.00 nos fuimos y los tres estaban tristes porque ya no tenían excusa para no trabajar.


Ellos nos regalaron dos entradas para un parque de diversiones aquí en Alemania: EuropaPark.

www.europapark.de .



El parque es excelente, allí celebramos mi cumpleanos número 25 junto con Lore. Y bueno, ahora estamos esperando una buena oportunidad para ir.



Las dos celebraciones fueron muy agradables. Yo disfruté muchísimo en mi instituto porque los conozco, me sentía cómoda, no sentía pena de tener que hablar en inglés y además juan los conoció y ellos lo conocieron. Como vieron que Juan hablaba perfecto alemán dijeron que ahora sólo me iban a hablar a mí en alemán. Por una semana fue casi a así, pero ya volvimos al inglés.