domingo, 8 de abril de 2007

Las celebraciones continúan

Como no nos bastó con celebrar nuestro matrimonio en diciembre, lo celebramos dos veces más. En Alemania se acostumbra que cuando uno cumple anos, tiene un hijo, compra una casa, se casa, se gradúa, llega a un nuevo trabajo, se va del trabajo... se celebra. Esto sugeriría que la alemana es una cultura bonchona y bochinchera. Sin embargo, limitémonos a decir que el sentido de fiesta no es el mismo y no por nada tampoco se escribe igual. La gente trae bebidas, tortas o prepara alguna comida. Todos los colegas o conocidos se apersonan y entablan una que otra conversa con el vecino casual, se comen cumplidamente lo que sea que se haya ofrecido y luego agradecen uno por uno el haber celebrado esa alegría con ellos para posteriormente seguir su jornada laboral. Entonces, para compartir la alegría de habernos casado, preparamos sendas meriendas para cada uno de nuestros sitios de trabajo.

Versión Karlsruhe
La primera celebración se hizo un viernes en el instituto de Juan. Yo estaba un poco presionado con lo que llevaríamos porque la última celebración fue la de un colega que tuvo un hijo y llevaron 6 tortas, así que debíamos hacer algo parecido. Yo estaba un poco sorprendida de que llevaran 6 tortas, pero claro, la esposa del muchacho y madre del recién nacido, no trabaja en estos momentos y está todo el día en casa. Ante tal precedente, debíamos preparar varias tortas o pasteles, no importaba, había que llevar mucha comida. Así que dos días antes comenzamos a cocinar. El primer día preparamos unos alfajores y el bizcocho para una torta tres leches.




Como podrán ver, el bizcocho era la primera vez que lo hacíamos y pues bueno, digamos que necesito una cierta cirugía plástica antes de poderlo presentar al público.

El segundo día hicimos una marqueza de chocolate, una torta de zanahoria, pastelitos de queso y rellenamos los alfajores. Ahh también hicimos un pollo horneado con queso para comer nosotros durante la semana. Nos fuimos a dormir un poco tarde pero siempre es divino cocinar juntos.






El viernes en la manana Juan se llevó la torta tres leches y los jugos. Quedamos en encontrarnos en casa para el almuerzo. Luego nos llevamos el resto de las cosas y pasamos por el supermercado a comprar el Sekt (Champagne alemana). En el instituto de Juan son más exquisitos y hay que llevarles Sekt para las celebraciones. Por suerte en el mío no porque si alguien toma alcohol y luego entra a los laboratorios a trabajar, el seguro de accidentes es anulado y si nos pasa algo el seguro no responde. Así que en mi instituto nadie toma alcohol durante el día y si lo hacen es porque saben que luego no tienen que entrar al laboratorio.

Todo comenzó muy bien. La gente iba llegando poco a poco y cada uno venía y se presentaba. Por suerte mi alemán alcanza como para presetarme, sonreir cuando es debido, responder sí o no, según sea el caso y voltear a ver a Juan para que me traduzca cuando la oración ya tiene muchas palabras incomprensibles para mí.

Dí unas palabras de bienvenida. Expliqué de qué era cada torta, los alfajores y los pastelitos de queso. Cuando terminé de hablar me volteé para que Kimberly hablara pero no quiso. Ahí había mucha gente, casi todos desconocidos más el profesor de Juan y él todavía esperaba que yo hablara? Qué cree, que no es suficiente con que no pueda hablarles en alemán y tenga que hablarles en inglés? Además que yo me conozco y lo que me iban a salir eran tonterías. Si no llevaba algo preparado lo único que iba a poder decir era un discurso de miss chimba “Hoy queremos compratir nuestra alegría con ustedes. Gracias a todos por estar aquí con nosotros”. Para decir eso prefería sonreir y ya.


La gente no paraba de comer y tomar lo que llevamos. Si quedaron 3 alfajores fue mucho. La tres leches no tuvo mucho éxito porque no les gusta el dulce empalagoso, sin embargo quedó menos de la mitad al igual que la torta de zanahoria que no quedó sino un poquitico. Si nos dejaron pastelitos fue porque Juan no los sirvió todos y se guardó un poco para nosotros. De la marqueza lo que quedó no daba ni para una cucharada y creo que fue porque a nadie le gusta agarrar el último pedazo. A la gente siempre le da pena ser el que se acaba la torta.

A mitad de comilona, vinieron los regalos. A todas estas yo creía que era un regalo, porque era una caja gradísima forrada de corazones y con una lazote. El propio regalo! Vemos la tarjeta y era super cómica. Comenzamos a abrirlo y veo que hay tres regalos pequenos adentro. Mi emoción crecía. Abrimos el primero, una jarra de cristal. Ahh qué bonito gracias, muchas gracias. Abrimos el segundo. Waooo una batidora. El profesor de Juan se rió cuando vió mi cara de felicidad. Quién hubiera dicho que yo algún día me iba a alegrar de que me regalaran una batidora? Bueno, las cosas cambian. El tercer regalo, una tortera! Qué fino! No teníamos. Nos las ingeniamos para llevarnos las tortas ese día y ahora teníamos tortera. Cerramos los regalos y entre hablar con el profesor, la secretaria y alguno que otro companero que venía a preguntar alguna receta o a decir que el tres leches era muy empalagoso (y Juan diciéndome a cada rato “te dije que a los alemanes no les iba a gustar el tres leches”).




Al cabo de una hora ya toda la gente se había ido y la secretaria nos ayudó a recoger. Después de un rato me fui a casa. Después de una reunión con mi profesor y varios intentos fallidos por trabajar en lo que quedaba de tarde, me fui a casa. Definitivamente, no hay adaptación posible que me haga compartir este sentido de celebrar. Así que resignado me fui a casa a celebrar con mi esposa. :-)

Versión Freiburg
El domingo siguiente lo pasamos haciendo más tortas para el instituto de Kimberly en Freiburg. Esta vez preparamos menos, sólo hicimos los alfajores, los pastelitos de queso y la marqueza de chocolate, que resulta que existe una versión alemana que se llama “Kalterhund”... algo así como que “Perro frío”. La preparación fue mucho más fácil porque ahora teníamos batidora.

Juan llegó como a las 3.15 de la tarde a mi instituto. Yo estaba tan emocionada de tenerlo ahí, de que conociera a mis companeros, de que la gente lo conociera a él. Fuimos al coffee-room y comenzamos a arreglarlo todo. El que iba entrando iba hacia él y lo conocía. El que entraba y no iba a conocerlo yo iba y se lo presentaba, quería que todo el mundo lo conociera. Cuando todo el mundo estaba ahí, les dí las gracias por haber ido y les expliqué qué habíamos llevado de comer. Yo creo que ellos se sorprendieron de que yo estuviera tan contenta, porque siempre soy un poco seria y sólo me río con los que tengo más contacto o cuando conozco alguien, pero de resto soy muy seria, incluso en los almuerzos. Ese día yo estaba feliz, tuve una sonrisa toda la tarde.

Esta vez los alfajores no fueron un éxito, Juan dice que fue porque la maizena era de otra marca y no era maizena venezolana, pero en vista de que el dice eso de todo lo que no está hecho en Venezuela, pues no le creo todavía. La marqueza se acabó y los pastelitos de queso también. Estuvimos hablando un buen rato con la gente y también al cabo de una hora se habían ido casi todos. Quedaron 3 y con ellos hablamos otra media hora más. A Juan le cayó muy bien una de mis companeras, dijo que la otra estaba loca de atar y del muchacho no dijo nada. A las 5.00 nos fuimos y los tres estaban tristes porque ya no tenían excusa para no trabajar.


Ellos nos regalaron dos entradas para un parque de diversiones aquí en Alemania: EuropaPark.

www.europapark.de .



El parque es excelente, allí celebramos mi cumpleanos número 25 junto con Lore. Y bueno, ahora estamos esperando una buena oportunidad para ir.



Las dos celebraciones fueron muy agradables. Yo disfruté muchísimo en mi instituto porque los conozco, me sentía cómoda, no sentía pena de tener que hablar en inglés y además juan los conoció y ellos lo conocieron. Como vieron que Juan hablaba perfecto alemán dijeron que ahora sólo me iban a hablar a mí en alemán. Por una semana fue casi a así, pero ya volvimos al inglés.

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